Charla-Debate con Félix Rodrigo Mora sobre el Concejo Abierto en C.C. Humanidades La Cabrera
La historia se puede hacer desde construcciones mentales, o desde los documentos. Según el ponente Félix Rodrigo Mora, la época medieval es de todo menos oscura, al menos eso es lo que muestran los documentos históricos en lo que se refiere a lo popular y comunal. Si se ha desvirtuado el medievo ha sido para llenar de gloria a la constitución liberal de 1812, que desde el punto de vista del poder del pueblo acarrea una pérdida de control considerable. Pasamos de una participación activa de hombres y mujeres en el Concejo abierto, a un sufragio masculino limitado; pasamos de una mayoría de tierras comunales a la privatización de las tierras por un lado y al dominio del Estado por otro; del autocontrol del Concejo Abierto a la imposición de las instituciones estatales representadas por el Ayuntamiento; pasamos de un alfabetismo del 50% de hombres y el 40% de mujeres a un analfabetismo mucho más elevado en el siglo XIX.
En la "oscura" época medieval, una gran parte de la tierra era comunal; la tierra era de las gentes que las habitaban, y se reunían, en los llamados Concejos abiertos, para decidir sobre la gestión del territorio y sobre las relaciones de convivencia. En el concejo participaban hombres y mujeres, y lo que allí se decidía se tenía en cuenta y respetaba. El control de las tierras eran de los que las trabajaban. Eran comunales, que no de uso común como podrían ser las de la corona o la iglesia; no tenían más propietarios que las decisiones acordadas en el propio Concejo. Un gran porcentaje de las tierras de la Península Ibérica eran comunales entre los siglos X al XIX.
La ponencia de este autor buscaba dar la vuelta a tópicos comunes desde el punto de vista del autocontrol del pueblo y la autorregulación en los concejos abiertos. Las asambleas consistían en el desarrollo del pensamiento, la oratoria y la convivencia. Modos de convivir que no se imponían desde entes superiores, que si va a realizar posteriormente el Estado, sino que los vecinos acordaban en el uso común de su intelecto.
En contra de cómo se ha presentado el pasado desde las construcciones mentales que quieren tender la mano a un progreso que se presenta victorioso, la crisis, nos permite volver a mirar este pasado, y darnos cuenta de modelos de convivencia que regulaban desde dentro las comunidades humanas. El modelo hispánico de Concejo abierto ha sido un modelo que gestionaba de forma asamblearia las tierras y comunidades que las habitaban.
¿Cómo retomar y adaptar este modelo en los tiempos actuales? Primero nos encontramos con la problemática de que nuestras asambleas no tienen decisión sobre la gestión de unas tierras que ya no son comunales. El espacio público ya no entra a formar parte del ámbito del pueblo, sino que pertenece a las instituciones estatales, desde ayuntamientos hasta ministerios. Y lo que no es estatal es directamente privado. Entonces, ¿qué capacidad de decisión nos queda? Paso número uno: en el pequeño porcentaje que podamos, conquistar una parte del ayuntamiento para el pueblo, desde los ruegos y preguntas hasta presupuestos participativos, para que el pueblo vaya poco a poco adueñándose, de nuevo, de más partidas presupuestarias.
Para ello sería necesario según señalaba el ponente, entre otras cosas, un cambio esencial en el ser humano, para que repiense la colectividad, para que no piense únicamente desde el yo, sino que piense su identidad como el espacio que hay entre su individualidad y la comunidad. Ni únicamente el individuo ni solamente la colectividad: a las asambleas se va, no para delegar en la asamblea, sino para exponer lo que antes se ha pensado individualmente, a las asamblea se va preparado individualmente, pero dispuesto a encontrar los espacios comunes entre el yo y el nosotros.
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